Celebramos

Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022

día 1º

“Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente” (Mt 2, 2)

 

Tú nos alzas y nos atraes hacia la plenitud de tu luz

 

Lecturas

Zac 4, 1-7 Veo un candelabro de oro macizo

Sal 139, 1-10 Tú me sondeas y me conoces

2 Ti 1, 7-10 Un don que ahora se ha hecho manifiesto por la aparición de Cristo Jesús, nuestro Salvador

Jn 16, 7-14 Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará para que podáis entender la verdad completa

 

Reflexión

En este mundo frágil e incierto, buscamos una luz, un rayo de esperanza que ilumine desde lo alto. En medio del mal, anhelamos la bondad. Buscamos todo lo bueno que hay en nosotros, pero la debilidad nos abruma y la esperanza nos falla. Nuestra confianza descansa en el Dios al que adoramos. Dios, en su sabiduría, puso en nosotros la esperanza de una intervención divina; pero no esperábamos que interviniera a través de una persona, el Señor mismo, que se hizo luz entre nosotros.

Dios superó todas nuestras expectativas. El don de Dios es un “espíritu de fortaleza y amor”. No es confiando en nuestras propias fuerzas y en nuestras capacidades como avanzamos hacia la luz plena, sino poniendo nuestra confianza en el Espíritu Santo.

En las tinieblas de la humanidad la estrella de Oriente brilló. La luz de esta estrella penetra la profundidad de la oscuridad que nos separa a unos de otros. No resplandeció solo en un momento concreto de la historia, sino que sigue brillando aún hoy y transformando el curso de la historia. Desde la aparición de la estrella, los cristianos, a lo largo de la historia, han manifestado al mundo con su vida la esperanza que brota del Espíritu Santo. Ellos son testigos de la obra de Dios en la historia y de la presencia permanente del Espíritu Santo. A pesar de las vicisitudes y de los cambios de las circunstancias históricas, la luz del Resucitado sigue brillando, actuando en el curso de la historia como una antorcha que guía a todos hacia la luz perfecta, superando la oscuridad que nos separa a unos de otros.

El afán por vencer las tinieblas que nos separan nos obliga a trabajar y orar por la unidad de los cristianos.

 

Oración

Señor Dios, ilumina nuestro camino con la luz de Cristo que va delante de nosotros y nos guía. Ilumínanos y habita dentro de nosotros. Guíanos para que podamos descubrir el pequeño pesebre que hay en nuestro corazón, donde aún duerme la luz.

Creador de la luz, te damos gracias por el don de esa Estrella perpetua, Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Que sea un faro en nuestra peregrinación. Sana nuestras divisiones y haz que nos acerquemos a la Luz de Cristo en quien encontraremos la unidad. Amén.

 

día 2

“¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido?” (Mt 2, 2)

 

La humildad del rey destruye las murallas y reconstruye con amor

 

Lecturas

Jer 23, 1-6 Será un rey que reinará con prudencia

Sal 46 Hasta sus confines detiene las guerras

Flp 2, 5-11 El cual, siendo de condición divina no quiso hacer de ello ostentación

Mt 20, 20-28 El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir

 

Reflexión

Jeremías denuncia cómo los reyes de Israel ejercen mal su poder dividiendo y dispersando al pueblo. Estos fueron malos pastores que destruyeron las naciones y llevaron al pueblo al exilio. Por contra, el Señor promete un pastor-rey que “reinará con prudencia, impondrá justicia y derecho en el país” y reunirá a las ovejas de su rebaño.

Nuestro mundo está necesitado de buenos líderes y busca constantemente alguien que haga realidad este anhelo. ¿Dónde podemos encontrar un líder así? Solo en Cristo hemos hallado el modelo de un rey, de un líder, según el corazón de Dios. Nosotros, que estamos llamados a seguirlo, debemos hacerlo a su estilo, el estilo del siervo-rey en el mundo y en la Iglesia. En Cristo encontramos a quien no destruye ni divide, sino al que reconstruye y lleva a plenitud para mayor gloria del nombre de Dios. No gobierna según intereses egoístas, no usa la fuerza. En él encontramos al siervo amoroso y humilde que “siendo de condición divina no quiso hacer de ello ostentación”. Él es el que vino a para servir y no para ser servido, y sus seguidores está llamados a hacer lo mismo.

Hoy en día, el Próximo Oriente está experimentando la pérdida de su gente en el exilio, pues la "justicia y el derecho" escasean allí y en todo el mundo. Sin embargo, vivimos con la esperanza de que esta tierra no caerá a pesar de que “las naciones se turben” y “los reinos se tambaleen” a nuestro alrededor.

Los líderes, tanto en el mundo como en la Iglesia, tienen la responsabilidad dencongregar en lugar de dispersar y dividir al pueblo de Dios. Toda esta división en el mundo y en la Iglesia viene del deseo de alcanzar altos puestos, el ansia de poder y el carrerismo. En la medida en que los cristianos imitemos con fidelidad el liderazgo del siervo al estilo de Cristo, tanto más quedarán superadas las divisiones en el mundo y en la Iglesia. Trabajemos por el derecho, la justicia y la paz para el bien de todos y estaremos dando testimonio humilde del pastor-rey, y así acercaremos a los demás al Señor.

 

Oración

Dios, nuestro único refugio y fortaleza, te glorificamos porque eres recto y justo. Ante ti confesamos que muchas veces codiciamos modelos mundanos de liderazgo.

Ayúdanos a buscar a nuestro Señor Jesucristo no en los palacios de los poderosos, sino en el humilde pesebre y a imitarlo en su mansedumbre. Aliéntanos para que nos vaciemos de nosotros mismos y nos sirvamos unos a otros siendo obedientes a tu voluntad.

Te lo pedimos en nombre de Cristo que contigo y el Espíritu Santo reina para siempre en la gloria. Amén. 


día 3

“El rey Herodes se inquietó mucho cuando llegó esto a sus oídos, y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén” (Mt 2, 3)

 

La presencia de Cristo pone el mundo al revés

 

Lecturas

Neh 4, 18-21 Desde el amanecer hasta que salían las estrellas trabajábamos en la obra

Sal 2, 1-10 ¿Por qué las naciones se sublevan...?

2 Ts 2, 13-3, 5 ¡Pero el Señor es fiel! Él os hará fuertes

Mt 2, 1-5 Se inquietó mucho..., y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén.

 

Reflexión

El Señor ha acampado entre nosotros. La venida de Cristo altera los caminos del mundo. A diferencia de tantos líderes nacionales, el Señor viene con humildad denunciando la injusticia y la opresión que acompañan a la ambición por el poder y el estatus superior. La venida de Jesús reclama un cambio de corazón y una transformación de la vida, para que las personas queden liberadas de todo lo que las deshumaniza y les hace sufrir. Jesús nos muestra que Dios está con aquellos que sufren porque toda persona posee la dignidad de ser un hijo amado de Dios. Precisamente por eso, la presencia de Jesús incomoda, porque él hace zozobrar la barca de los ricos y los poderosos que solo se preocupan por sus propios intereses y descuidan el bien común. Sin embargo, para aquellos que trabajan por la paz y la unidad, la venida de Cristo trae la luz de la esperanza.

Hoy se nos invita a comprometernos personalmente a actuar constructivamente para que la justicia se haga realidad en nuestro mundo. Esto conlleva la necesidad de reflexionar y reconocer las veces en que nuestros caminos no son los caminos de justicia y de paz de Dios. Cuando los cristianos trabajan juntos por la justicia y la paz, nuestra fuerza es aún mayor. Y entonces la respuesta a nuestra petición por la unidad de los cristianos se hace visible, y los demás pueden reconocer en nosotros la presencia de Cristo en nuestro mundo. A través de nuestras palabras y acciones, podemos ser portadores de la luz de la esperanza para tantas personas que aún viven en la oscuridad del descontento por la política, por la pobreza social y la discriminación estructural. La Buena Nueva es que Dios es fiel, y él es el que nos fortalece y nos protege de todo mal, el que nos alienta a trabajar por el bien de los demás, especialmente por aquellos que viven en la oscuridad del sufrimiento, del odio, de la violencia y del dolor.

 

Oración

Oh Señor, nos has sacado de las tinieblas y nos has guiado hasta Jesús. Has hecho brillar en nuestras vidas la estrella de la esperanza. Ayúdanos a estar unidos en nuestro compromiso de hacer presente tu Reino de amor, de justicia y de paz, y así ser antorcha de esperanza para quienes viven en la oscuridad de la desesperación y el desencanto. Toma nuestra mano, Señor, para que podamos verte en todos los momentos de nuestra vida. Haz que te sigamos sin miedo y sin angustia. Ilumina tu luz sobre nosotros y enciende nuestros corazones para que vivamos envueltos en el calor de tu amor. Álzanos hacia ti, que te has despojado de todo por nuestro bien, para que nuestra vida te glorifique a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

día 4

“Tú, Belén.... no eres en modo alguno la menor” (Mt 2, 6)

 

Aunque pequeños y humillados, nada nos falta

 

Lecturas

Miq 5, 2-5a, 7-8 De ti saldrá el caudillo de Israel

Sal 23 El Señor es mi pastor, nada me falta

1 P 2, 21-25 Ahora habéis vuelto al que es pastor y guardián de vuestras vidas

Lc 12, 32-40 No tengas miedo, pequeño rebaño

 

Reflexión

En la pequeña y humilde ciudad de Belén, el Señor, el Hijo de Dios, quiso hacer su entrada en el mundo. En el vientre de una humilde chica de pueblo, tomó carne humana, y eligió vivir su humanidad en la oscuridad y la sencillez. Se hizo grano que cae en tierra, levadura en la masa, y un pequeño rayo de luz para nuestros ojos. Ese pequeño rayo ha iluminado la tierra entera. De la oscuridad de la tierra de Efrata ha salido un gobernante, el pastor y guardián de nuestras almas. Y, aunque es nuestro pastor, se hizo a sí mismo Cordero y cargó con los pecados del mundo para redimirnos.

A pesar de su insignificancia entre las tribus de Judá, Belén llegaría a ser grande porque en ella nació el Pastor de los pastores, el Rey de reyes. Belén, un nombre que significa la “casa del pan”, es metáfora de la Iglesia que trae al mundo el pan de la vida. La Iglesia, el Belén de hoy en día, sigue siendo el lugar donde los débiles, los desvalidos y los pequeños son acogidos, porque en ella cada uno tiene un lugar reservado. La recolección de estos granos se convierte en la cosecha. La levadura unida se convierte en una fuerza poderosa. Los rayos que se concentran se convierten en una luz que guía y orienta.

En medio de la situación que vivimos de agitación política, de una creciente cultura de la codicia y del abuso de poder, los cristianos, como tantos otros en el Próximo Oriente, sufren persecución y se ven marginados, viviendo con temor ante la violencia y la injusticia. A pesar de todo, no tienen miedo, porque el Pastor camina con ellos, reuniéndolos en un mismo redil y haciendo de ellos un signo de su amor. Unidos, son la levadura que levanta la masa de la hornada. En Cristo encuentran un modelo de humildad y de él escuchan una llamada a superar las divisiones y a permanecer unidos en un solo rebaño. Aunque son pocos, en su sufrimiento siguen los pasos del Cordero que padeció por la salvación del mundo. Aunque pocos, se mantienen firmes en la esperanza, con el Señor nada les falta.

 

Oración 

Buen Pastor, la fragmentación del pequeño rebaño entristece al Espíritu Santo.

Perdona nuestra fragilidad y la tardanza en nuestra respuesta a tu voluntad.

Concédenos pastores sabios según tu corazón, que reconcozcan el pecado de la división, y que conduzcan a nuestras Iglesias con rectitud y santidad hasta la unidad en ti. Te lo pedimos, Señor, escucha nuestra oración. Amén.

 


día 5

“Y la estrella que habían visto en Oriente los guió” (Mt 2, 9)

 

Guiados por el único Señor

 

Lecturas

Ex 13, 17- 14, 4 El Señor caminaba delante de ellos en una columna de nube

Sal 121 Levanto mis ojos a las montes, ¿de dónde vendrá el auxilio?

Ap 22, 5-9 Porque el Señor Dios será la luz que alumbre a sus habitantes

Mt 2, 7-10 Y la estrella que habían visto en Oriente los guió

 

Reflexión

Una y otra vez las Escrituras nos dicen cómo el Señor camina con su pueblo, lo protege y lo cuida día y noche. Puede que el camino no siempre sea recto: a veces tenemos que desandar nuestro propios pasos, otras veces nos toca regresar por una ruta diferente. Pero en toda nuestra peregrinación por esta vida, podemos estar seguros de que Dios, que "ni duerme ni descansa", cuida de nuestros pasos para que nuestros pies no tropiecen y caigamos. Incluso en la más absoluta oscuridad la luz de Dios está con nosotros. Su luz brilló por medio de los profetas enviados para guiar a su pueblo por el camino que Dios había establecido y para recordarle la alianza que había hecho con él. Y al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Unigénito, Jesucristo. Él es la luz que guía a todas las naciones, la gloria de Dios manifestada en el mundo, la fuente de la vida divina, que sella una nueva alianza con su sangre. El camino por el que hemos de seguir avanzando para alcanzar la unión entre nosotros y una unión más estrecha con Cristo, no siempre está claro. En nuestros intentos honestos de construir la unidad entre nosotros es fácil perder de vista este mensaje fundamental de la Escritura: que Dios no abandona a su pueblo a pesar de sus fracasos y divisiones. Este no es solo un mensaje esperanzador para los cristianos, sino también para el mundo entero. Como nos recuerda el relato de los Reyes Magos, Dios guía, con la luz de la estrella, a personas de todo pueblo, raza y nación, al encuentro con Cristo, la luz del mundo. 33 Con la luz del Espíritu Santo que Dios nos envía se nos permite contemplar con los ojos de la fe la verdad del Niño Dios, y en él descubrimos la llamada a la unidad y a la reconciliación de todas las cosas en Cristo. Es el Espíritu el que nos saca de nuestras oscuridades y de nuestras desdichas y nos inserta en la luz y en la vida de Cristo.

 

Oración

Oh Señor, Dios Padre nuestro, que enviaste la estrella para guiar a los Reyes Magos al encuentro de tu Unigénito; aumenta en nosotros la esperanza en ti y haznos tomar conciencia de que tú caminas siempre a nuestro lado, cuidando de nosotros. Enséñanos a ser fieles al rumbo que nos marca el Espíritu Santo, por extraño que pueda parecernos, para que así podamos alcanzar la unidad en Jesucristo, luz del mundo. Haz que nuestros ojos se abran a tu Espíritu, y reaviva nuestra fe, para que confesemos que Jesús es Señor, y así lo adoremos y nos llenemos de una inmensa alegría, como los Magos en Belén. Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén. 

día 6

“Vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, lo adoraron” (Mt 2, 11)

 

Reunidos en adoración al único Señor

 

Lecturas

Ex 3, 1-6 Moisés sintió miedo de mirar a Dios y se tapó la cara

Sal 84 ¡Qué gratas son tus moradas, oh Señor del universo!

Ap 4, 8-11 Adorar al que vive por siempre

Mt 28, 16-20 Encontraron a Jesús y lo adoraron

 

Reflexión

Desde países muy lejanos, los Reyes Magos llegaron a Belén, y al ver al niño con su madre, lo adoraron. Ante la revelación de Dios, sus ojos se desploman y sus rodillas se doblan, del mismo modo en que Moisés se tapó la cara temeroso de mirar a Dios ante la zarza que ardía sin consumirse. También cuando los discípulos encontraron a Cristo resucitado en el monte de Galilea, se sorprendieron y dudaron, y, a pesar de todo, lo adoraron. Igualmente, en la liturgia celeste, los veinticuatro ancianos se postran ante aquel que se sienta en el trono. Es así como respondemos ante la presencia de Dios: contemplando, con estupor y adorando.

¿Realmente lo vemos y lo contemplamos?, ¿nos llenamos de estupor y asombro?, ¿lo adoramos? ¿Cuántas veces vemos sin ver, y nuestros ojos permanecen ciegos ante la presencia de Dios? ¿Cómo podremos entonces adorar, si no somos capaces de contemplar a Dios? Nuestra mirada es tan estrecha que solo nos permite mirar la confusión de nuestros desacuerdos, olvidando que el único Señor es el que ha derramado su gracia salvífica sobre todos nosotros y que compartimos el mismo Espíritu que nos conduce a la unidad. Frecuentemente nuestro orgullo hace que sigamos nuestras propias leyes y nuestras tradiciones, ignorando así el amor que estamos llamados a compartir como un solo pueblo justificado por la sangre de Cristo, que profesa una misma fe en Jesús, nuestro Salvador.

A medida que el Espíritu Santo revitaliza la comunidad, nuestras Iglesias nos impulsan a caminar juntos hacia el Niño-Dios para adorarlo como un solo pueblo. El Espíritu de compasión nos conduce al encuentro fraterno, y nos guía a todos hacia el que es nuestro único Señor. Solo siguiendo a este guía podremos “adorar en espíritu y verdad”. Nuestro futuro en Dios es un futuro de unidad y amor; y nuestro caminar hacia esta meta debe ser reflejo de la unidad en Cristo.

 

Oración

Dios Compasivo, que das a los ciegos la posibilidad de reconocerte como a su Salvador, haz que nosotros nos arrepintamos y pidamos perdón. Por tu misericordia, quita las escamas de nuestros ojos y haz que te adoremos como a nuestro Dios y Redentor. En medio de nuestra aflicción y a pesar de la gravedad de nuestros pecados, haz que seamos capaces de amarte con todo nuestro corazón. Guíanos con tu luz en nuestro caminar, con un solo corazón y una sola mente, como los primeros discípulos.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo descienda sobre nosotros, para que juntos te glorifiquemos en la comunión del Espíritu y demos testimonio de ti a todos nuestros hermanos. Amén.


día 7

“Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra” (Mt 2, 11)

 

Los dones de la comunión

 

Lecturas

Os 6, 1-6 Porque quiero amor y no sacrificio

Sal 100 Cruzad sus puertas dando gracias, sus atrios con alabanzas

Hch 3, 1-10 No tengo plata ni oro, pero te daré lo que poseo

Mt 6, 19-21 Pues donde tengas tu riqueza, allí tendrás también el corazón

 

Reflexión

En nuestro camino a Belén, la ciudad del pan, podemos ver a los Sabios que peregrinan para adorar al Niño Dios. Al encontrarlo abrieron los cofres de sus tesoros y ofrecieron al rey recién nacido sus dones de oro, incienso y mirra.

Nuestras divisiones históricas, nuestras posturas erróneas consolidadas, reglamentadas y ritualizadas, y nuestra preocupación por asuntos mundanos, han destruido la comunión y nos han distanciado. Podríamos preguntarnos, ¿cuáles son los dones que hemos preparado para ofrecer al rey que viene a iluminar nuestra vida y a traernos el regalo de la unidad? Sabemos que Dios no quiere nuestras riquezas ni nuestras ofrendas vacías, sino que ejerce su poder sirviéndose de nuestra pobreza.: “No tengo plata ni oro”. El Señor desea un corazón apasionado y enamorado: corazones repletos de amor hacia él y hacia nuestros hermanos y hermanas en Cristo de quienes vivimos separados; corazones de los que manan obras de misericordia; y corazones verdaderamente arrepentidos y deseosos de conversión.

Preparemos para Dios el don de un corazón rebosante de amor. Arrodillarse en adoración requiere un corazón contrito por el pecado que nos divide y obediente al Señor, a quien servimos. Esta obediencia revive, sana y reconcilia todo lo que está roto o herido en nosotros, a nuestro alrededor y entre los cristianos.

Cristo ya le ha otorgado el don de la unidad a su Iglesia. Crecemos en comunión en la medida en que compartimos los dones recibidos en nuestras diversas tradiciones eclesiales, reconociendo que la fuente de todos estos dones es el Señor.

 

Oración

Toda alabanza, gloria y acción de gracias a ti, oh Dios. Tú te has revelado en la epifanía de tu Hijo al pueblo que esperaba tu venida desde antiguo, y a aquellos que no te esperaban. Tú, Señor, conoces el sufrimiento que nos rodea y el dolor causado por las divisiones. Contemplas este mundo en lucha y ves la penosa situación del Próximo Oriente, el lugar donde escogiste nacer, el lugar santificado por tu presencia. Te pedimos, Señor, que permitas que nuestro corazón y nuestra mente lleguen a conocerte. Y al unirnos a los Reyes Magos en su peregrinación desde tierras lejanas, oramos para que se abran nuestros corazones al amor por los hermanos y hermanas que nos rodean. Concédenos la determinación y los medios para trabajar en la transformación de este mundo, y para estar dispuestos a compartir nuestros dones para crecer en comunión. Regálanos, Señor, tus infinitos dones y bendiciones. Acoge nuestra oración en el nombre de tu Hijo Jesucristo que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo. Amén. 

día 8

“Regresaron a su país por otro camino” (Mt 2, 12)

 

De las rutas usuales de la separación a los nuevos caminos de Dios

 

Lecturas

Jr 31, 31-34 Pactaré una nueva alianza con Israel y con Judá

Sal 16 Tú me muestras el camino de la vida

Ef 4, 20-23 Dad lugar a la renovación espiritual de vuestra mente

Mt 11, 25-30 Porque has ocultado todo esto a los sabios y entendidos y se lo has revelado a los sencillos

 

Reflexión

No sabemos lo que pensaron los Sabios -expertos en astronomía y travesías- cuando se les advirtió que regresaran por otra ruta. Probablemente quedaran confundidos, pero la misma luz que iluminó su viaje les mostró que había otro camino, otra posibilidad. Estaban llamados a cambiar de dirección.

Nosotros nos sentimos a menudo encorsetados por una determinada manera de hacer las cosas o por nuestra visión particular del mundo. Cuando nos damos cuenta de que estos caminos o “rutas” están cerrados, nos preguntamos cómo actuar y continuar con nuestro viaje. La providencia de Dios siempre sale a nuestro encuentro para mostrarnos que hay otro rumbo posible preparado para nosotros. Dios está ahí para renovar su alianza y sacarnos de la frustración que experimentamos ante los obstáculos. Solo tenemos que confiar en que el Eterno que nos dio la luz, siempre nos muestra una nueva manera de avanzar cuando nuestros caminos se bloquean. Siempre es posible un nuevo comienzo cuando estamos dispuestos y abiertos a la acción del Espíritu. Como Iglesias, miramos al pasado para encontrar la iluminación necesaria, y miramos al futuro para buscar nuevos senderos por los que la luz del Evangelio siga brillando con una energía renovada, y así podamos acogernos unos a otros como el mismo Cristo nos acoge para mayor gloria de Dios.

Por nuestros antiguos caminos las comunidades cristianas han acabado separadas unas de otras. En los nuevos caminos a los que Dios nos llama, los cristianos han de caminar juntos y descubrirse compañeros de peregrinación. Encontrar estos nuevos caminos exige discernimiento, humildad y coraje. Ahora es el momento de la conversión y la reconciliación.

 

Oración

Dios misericordioso, tú sales a nuestro encuentro cuando nosotros nos obstinamos en seguir un camino a pesar de saber que está bloqueado, cayendo en la desesperación.

Eres el Dios de las promesas renovadas. Te encontramos inventando un nuevo sendero que para nosotros era impensable. Te damos gracias porque continuamente superas nuestras expectativas. Te damos gracias por tu infinita sabiduría que sobrepasa nuestra inteligencia. Te damos gracias porque tus caminos creativos que nos abren a posibilidades imprevistas. Sigue siendo, Señor, nuestro guía cuando en nuestros mapas no encontremos rutas por las que avanzar. Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor, en la comunión del Espíritu Santo, que una y otra vez nos hace retornar a ti. Amén.



Celebrar es reunirnos para recordar y festejar algo. Celebrar es encontrarnos para compartir nuestra vida y darle una nueva dimensión.  Celebrar es revivir juntos una experiencia, un acontecimiento.  Celebrar es actualizar una vivencia y compartirla.

Toda celebración tiene un carácter festivo, al menos de esperanza. Celebrar es agradecer por la vida misma, es gozar y disfrutar por la historia compartida.

La celebración es una fiesta, pero no entendida como distracción o evasión, sino como afirmación de un pasado que se asume en el presente para proyectarlo a un futuro que compromete. Por eso, para que haya fiesta es fundamental que la persona se sienta libre, solidaria y que sea capaz de amar, de acoger, de participar, de compartir con el otro.

Es la propia fe la que permite hablar de celebración aún en los momentos difíciles, en las situaciones penosas de la vida. Asumir con profunda serenidad una situación límite, conlleva una celebración en la esperanza de que Dios nunca nos deja solos y que algún día todo va a ser diferente en la otra vida.

¿Qué se celebra? Se celebra lo que se comparte con otros: el proyecto común, con sus logros y aciertos, pero también con sus temores y sombras.  En síntesis, se celebra la vida misma, lo vivido y por vivir. Se celebra la acción amorosa de Dios en nuestras vidas.

Celebramos que Dios Amor Misericordioso ha querido regalarnos la vida y, principalmente, en su designio amoroso, nos ha enviado a su hijo predilecto, Jesús, para salvarnos; por ello celebramos la vida de hijos de Dios.

Una auténtica celebración cristiana tiene que ser siempre un signo eficaz de la vida, una forma de hacer visible, comunitaria y festivamente, la salvación que recibimos del Señor.

La vida de las personas, tanto en el ámbito familiar, escolar, como en el trabajo o entre amigos está jalonada de celebraciones.  Muchas de estas celebraciones tienen algunos elementos en común que pueden sugerirnos aspectos constitutivos de las celebraciones.  Trataremos de analizarlos aquí, para luego aplicarlos a las Celebraciones de la Palabra.

Toda celebración humana supone:

  • Un motivo, es decir un hecho o acontecimiento convocante: una fiesta de quince años, un cumpleaños, un graduarse en la facultad, un éxito deportivo, etcétera.
  • Una asamblea, es decir, un grupo familiar, un grupo de amigos, un grupo de trabajo o estudio; en otras palabras, toda celebración supone una comunidad o lugar de pertenencia.
  • Un clima festivo, es decir, una situación diferente a lo ordinario: un lugar apropiado, un momento especial, vestimenta diferente, invitaciones, adornos, comida, música, baile, etcétera.
  • Un gesto o signo ritual, es decir, un gesto extraordinario y específico: un brindis, una entrega de diploma, un soplar la velas, una corona de laureles, un arrojar un ramo de flores, un romper una botella cuando se bota un barco, etc.

Todos los niños suelen participar desde pequeños en las celebraciones familiares, escolares, comunales.  Lo cierto es que no comprenden en profundidad los gestos que en ellas se realizan ni el sentido de las mismas; pero lo que sí podemos afirmar, con seguridad, es que van captando que se trata de algo especial por el clima festivo y diferente que se vive en las mismas. 

Las celebraciones tienen un alto valor simbólico y convocante para los niños.

El hecho de ver a los adultos convocados para celebrar algo, en un clima festivo y diferente los hace sumergirse de lleno en dichas experiencias. Basta que cada uno recuerde qué celebraciones familiares o escolares han marcado la propia vida, para tener una idea del poder perfomartivo de las celebraciones.  A través de las mismas, niños y niñas -y obviamente que los adultos también- toda la comunidad se reúne para celebrar con alegría la Salvación que Dios nos regaló. Las Celebraciones de la Palabra constituyen una ocasión privilegiada para trasladar el gusto y placer que sentimos en cualquier celebración o fiesta al ámbito de la iniciación en la vida de la fe.