Cristocéntrica: Cristo Vivo tiene espacio en cada comunidad, familia, persona, como centro y eje, permitiendo que Él sea quien tome las decisiones comunitarias, familiares y personales. Cada uno frente a sus opciones se pregunta, "¿qué haría Cristo en mi lugar?" De este modo se realiza un proceso de maduración del corazón y la mente en el cual nuestro corazón ame lo que ama el Señor y nuestra mente piense como piensa Jesús.
Amor a la Familia: Se ama a la familia como signo de gratitud al Padre creador, que hizo al hombre, varón y mujer, para que constituyeran familia, al Hijo que al encarnarse lo hizo en una realidad familiar, y al Espíritu que hace de la Iglesia una familia. Amor por la familia, para que cada Iglesia doméstica, a través de una profunda espiritualidad la haga desembocar en una Vida de santidad.
Amor y Apertura a la Iglesia: Cultivando un corazón dispuesto a amar a la Iglesia como la Esposa de Jesús, como la familia de la cual todos somos miembros, para servirla en sus diferentes realidades y circunstancias. Humildad: Pidiendo al Señor que regale y acreciente este don, ya que es la llave que genera en lo más íntimo del corazón el hueco para el huésped que es Jesús. Alegría: Don de Dios que expresa y manifiesta la presencia del huésped, Cristo Jesús, en lo más íntimo de la vida del cristiano.
Santidad: "La voluntad de Dios es que todos se hagan santos" (1Tes 4, 3). Hemos sido creados para algo grande, para ser santos. La santidad no es un lujo para pocos, sino el deber de todos. La santidad es una decisión firme, heroica, que nos conduce a abandonarnos por completo en Cristo, en la búsqueda de realizar la voluntad de Dios con alegría.
Vida comunitaria: A la luz de la comunión trinitaria y, por ende, de la vida familiar, se cultiva entre los miembros el llegar a tener "un solo corazón y una sola alma"(Hech 4, 32). La vida comunitaria se realiza con la certeza de que Cristo Vivo es quien nuclea, une y crea la comunión fraterna (cfr Mt 18, 20). Misioneros: Respondiendo al mandato misionero del Señor: "vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos" (Mt 28, 19), precediéndolo en todas las ciudades y familias, hasta el confín de la tierra.
Sagrada Familia: En Jesús, María y José, se encuentra la posibilidad de descubrir razgos concretos aplicables a la vida familiar y comunitaria, especialmente por la presencia de "Jesús en medio" y por la búsqueda permanente de la realización de la voluntad de Dios. María: Cultivamos la devoción de María bajo la advocación de "María, Reina de las familias, Reina de nuestro hogar", disponiendo el interior personal, la vida del hogar y de la comunidad, para que ella pueda penetrar e introducir a su Hijo para que reine, gobierne y decida volviendo a expresar las palabras de las bodas de Caná: "hagan todo lo que Él les diga" (Jn 2, 5).